Ay Gavilán

A Manolo en sus años jóvenes le encantaba bromear con la gente de menos edad que él, hasta el punto de llegar a la tomadura de pelo, y todo por la falta de picardía e ignorancia en la mayoría de los casos de la gente joven de entonces.

Todo esto que voy a redactar, sucedió más o menos por cuaresma, próximo a la Semana santa. Como Manolo era divertido y se pasaba bien con él, entre los cuentos que inventaba, la gaita, tambor y bombo y un sin número de instrumentos que les hacía compartir al son de la gaita, siempre estaba rodeado de toda la chavalería. Y seguramente que muchos aprendieron el equilibrio en la bici gracias a la que hizo de madera. A todo esto recuerdo que sobre las diez de la noche tocaba echar el agua en la Favega y Manolo se las arregló para juntar a dieciséis, emitiendo cada uno su número en orden, cuando subíamos por una senda, camino de Paibeira. Los instrumentos no alcanzaban para todos, pero nos turnábamos. No había otra diversión, pero ésta era una “fuera de serie” para aquellos tiempos.

En este caldo de cultivo les fue sembrando la imagen de un ave extraordinaria, nunca vista, de un valor incalculable que, ni un “broite” (buitre) era comparable con ella, y se llama GAVILÁN. Otro día les contaba muchas más cosas acerca de la extraordinaria ave. Al fin averiguó dónde tenía construido el nido, pero nunca les dijo el lugar, y que tenía polluelos y que los pagaba muy bien Arsenio de Paibeira, época en la que éste tenía montada una pequeña taberna en la cartería de Sasdónigas. Y así les fue entusiasmando, pero sin miras a más que un mero cuento.

El caso es que los chavales, con el ánimo tan alto, se encargaron de extender el bulo, siendo cada vez mayor el número de los interesados. Hasta que un día les propuso el plan de coger el GAVILÁN en el nido, aprovechando la oscuridad de la noche sin luna.

Al fin se fijó el día. Un domingo a la noche, después de la salida del calvario (vía crucis). Y, como material para recoger a la famosa ave extraordinaria con sus polluelos, un par de sacos. Nadie faltó a la cita.

Concluido el acto religioso, se concentran para organizarse y se dirigen hacia la carretera, camino de Ferreira. Al fin les anuncia el lugar, “no Rego Carballo”, en el pinar de Chao; pero hay que guardar total silencio para no asustar a las aves y caminar en grupo, para organizarse bien a la llegada, los dos mayores se adelantan con el ansia de llegar los primeros. Ya en el lugar, envía a tres buenos trepadores con los dos sacos y con total sigilo al pie del pino más grande, de la siguiente manera: uno sube hasta el nido, el segundo hasta la mitad del pino y el tercero abajo, para así facilitar el transvase de la mercancía. Y todos los demás a rodear el pinar.

O Rego Carballo – 15/07/62

Se suben al pino más alto y, cuando llega a la cima con el saco para retirar las presas, observa que no hay ningún nido, se lo comenta al que está en medio y deciden subir a otro. Manolo que les oye, empieza a gritar que acudan, que se escapa el GAVILÁN: “Vide todos aquí...., axudádeme a coller ó GAVILÁN..., correde que se escapa...” Entonces es cuando se dan cuenta de la inocentada.

En un principio no se lo creen, que Manolo fuera capaz de engañarles así, vamos, imposible; pero el hecho estaba ahí. Se sentían como avergonzados ante el hecho de llevarles hasta “o Rego Carballo” y a sabiendas de todo el mundo. Casi le pegan. Pero al final se van calmando los ánimos y acaban todos en la taberna tomándose unos vinos a cuenta de Manolo.

A partir de entonces y durante largo tiempo, cualquiera de los afectados que llegara a encontrarse con Manolo, no tenían otro saludo que éste:

“Ay Gavilán”.

Ángel Chao Falcón

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